Mientras el joven Nikita ingresa aprensivamente a su servicio militar obligatorio y Svetlana viaja por el país en busca de justicia para su hijo muerto, los activistas protestan en las calles contra la violencia dirigida por el Estado arraigada en la dedovshchina, el cruel abuso que convierte a los niños en soldados y es el mecanismo mismo de la el miedo y la violencia que Bielorrusia utiliza para controlar a su población.