Desde la muerte de su esposo, en la casa de esta anciana reina el silencio y la soledad. Ella aprendió a hacer de la rutina su mejor compañía y de la fe su refugio. Sólo en sus sueños la anciana escapa de esas cuatro paredes hacia una tierra mágica y sin tiempo donde el mar habla sin palabras. Sus días transcurren así: entre lo real y lo onírico… hasta el día en que un perro vagabundo toca a su puerta.